miércoles, 3 de noviembre de 2010

Los pasos perdidos


Me gusta sentir la naturaleza. Como el viento mece la copa de los árboles y al deslizarse entre las hojas produce ese peculiar sonido que poco a poco se pierde en la distancia. Algunas ramas, al chocar entre sí, crujen con un chirrido apagado. Las titibuas con su canto simple, el agua que corre por los manantiales. El bin bin, la capisucia o el pechiamarillo, cada uno con su inconfundible y hermoso canto.
Si todo eso se produce un poco más del mediodia, crea una sensación de placidez que aletarga. Ese es el sencillo y armonioso lenguaje de la naturaleza que nos habla y que al parecer, por los tiempos que corren de desmedido materialismo, muy pocos escuchan.

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