lunes, 18 de febrero de 2008

Relaciones Públicas en tiempo de crísis.

He dejado pasar algunos días para poder reflexionar en calma, tratando de poner en perspectiva mis ideas, acerca de lo que actualmente sucede en Panamá. La muerte de un obrero, hace un poco más de una semana, fue el detonante de una situación de la cual todos debemos sentirnos avergonzados. Avergonzados de la demora del gobierno en la toma de decisiones, del manejo que los medios de comunicación le dieron al suceso, de la acción de los trabajadores de la construcción y de la reacción de la fuerza pública.

Nadie, en su sano juicio, puede aceptar la forma violenta como fueron tratados los obreros colonenses. Pero aún peor ha sido la respuesta, que desde la órbita de las relaciones públicas se le ha dado al problema. ¿Cómo es posible que después que las imágenes fueran captadas y retransmitidas constantemente por un canal de televisión, desde el Ministerio de Gobierno y Justicia nadie dijera nada? ¿Cómo es posible que después de más de 12 horas de lo sucedido, los medios se hicieran eco del planteamiento del SUNTRACS de que al obrero muerto le habían disparado por la espalda a mansalva, sin tener a mano los elementos científicos que así lo demostraran? ¿Cómo es posible que los obreros de la construcción o cualquier otro grupo salga a cerrar una vía carretera y tenga el desparpajo de argumentar que es una protesta pacífica? ¿Cómo es posible que cuando a ese grupo la autoridad le conmina a despejar las vías estos se nieguen y que cuando los intentan desalojar respondan con piedras palos y toda clase de objetos contundentes? ¿Que cuando la policía les responde con balas de goma, perdigones y gases lacrimogenos entonces aduzcan que es brutalidad?

Esta serie de cuestionamientos bien tienen una respuesta en actividades de relaciones públicas que deben ejecutarse con la celeridad que la situación merece. Si a las dos o tres horas de haberse conocido la muerte del obrero (y de verse una y otra vez las imágenes televisivas, expresivas de la situación inicial) se hubiera convocado una rueda de prensa y se hubiera garantizado a la población que los involucrados estaban bajo arresto y a ordenes de la autoridad competente, posiblemente los acontecimientos posteriores no habrían sido lo que fueron.

En ese momento, era importante decirle a la población que vivimos en un estado de derecho que el gobierno cautela en beneficio de los ciudadanos y que no se permitiría a nadie, mucho menos a la policía nacional, que fuera participe de la violación de los sagrados derechos individuales y sociales. Actuar a tiempo servía para que se tuvieran los elementos científicos de qué fue lo que sucedió realmente en el confuso incidente en que el obrero pierde la vida. Por otra parte no se habría especulado en los medios sobre lo sucedido y las autoridades competentes podrían haber dado a la opinión pública una radiografía veraz del acontecimiento.

Hoy día el ministro de gobierno sale a decir a los medios sobre el costo que los motines significaron para la policía nacional. Otro atisbo de estupidez. ¿Qué son un poco más de cien mil dólares al lado del valor de una vida humana? ¿Quién dirige las relaciones públicas del ministerio de gobierno y de la policía nacional? ¿O es que acaso ministro de gobierno y director de la policía no atienden los consejos que desde su oficina de relaciones públicas le dan?

En el momento en que verdadero profesionales en el área se hagan cargo de las oficinas de relaciones públicas del estado y que los directivos comprendan que ellos no dirigen una finca particular de su partido, sino una entidad pública que funciona gracias a los impuestos de los ciudadanos, solo entonces estaremos más cerca de encontrar respuestas positivas ante situaciones como las que hemos vivido en estas horas desafortunadas.

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