Esta noche es nochebuena y mañana navidad. Celebremos como recordación de aquella noche mágica de hace más de dos mil años, cuando el angel se apareció a un grupo de humildes pastores, que guardaban vigilia sobre sus rebaños, reunidos en los campos de la ciudad de David que se llama Belen y les dijo "no temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador que es Cristo el Señor.
Esto os servirá de señal: hallareís al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Y repentinamente apareció con el angel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían: Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra páz a los hombres de buena voluntad".
Un niño en un humilde pesebre rodeado de gentes sencillas y de animales. El Rey de Reyes, Señor de Señores, el que reina sobre el trono de David y sobre la casa de Jacob y cuyo reino no tendrá fín. El, desde su nacimiento nos brinda una bella y aleccionadora lección de amor. Llegó como llegan millones de personas a este mundo: con una mano delante y otra atrás. El, que lo puede todo, vino como uno más para dejarnos claro con su ejemplo, que para el Padre Celestial todos somos iguales.
Esta noche es Nochebuena. Y el mejor regalo que podemos dar a todos aquellos que nos rodean y al resto de la humanidad es el amor limpio y puro como aquel que Jesús nos da cada día. Levantemos todos una oración al cielo y con el corazon de un niño digamos a coro: "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad". Así sea.
